lunes, 8 de septiembre de 2014

ANSELMO LORENZO, TIPÓGRAFO ANARQUISTA



Maelstrom:

Vamos a ver la vida de un cajista de imprenta, estudioso, recogido, candoroso y lleno de fe en un ideal. Con la palabra, con la pluma y con el ejemplo de su trayectoria luchó por la liberación de la Humanidad.

Anselmo Lorenzo Asperilla nació en Toledo, en 1841. Eran sus padres de condición humildísima, y no pudieron dar al muchacho los estudios para los que mostraba afición y aptitud. Así que sólo concurrió a una pobre escuela primaria, y cuando vieron que no andaba mal de cuentas y escribía con clara letra, le enviaron a Madrid al lado de su tío, para que éste le colocase como recadero.

Pero aquel chico de los recados no sentía la menor afición por su empleo, y sí la sentía, en cambio, por la lectura. Al final, se inició en el arte de la tipografía. Grande fue el desencanto del muchacho cuando, en vez de trabajar en lindas historias y bellos romances, como él imaginaba, se veía obligado a componer originales del Diario Oficial de Avisos de Madrid, o bien de la Gaceta de Registradores y Notarios.

Para ampliar su cultura, el joven tipógrafo acudió a las clases nocturnas que organizaba La Velada del Artesano benemérita sociedad de menestrales y hombres de las clases medias que después recibiría el nombre de Fomento de las Artes. Anselmo Lorenzo estudió allí aritmética, gramática y francés. Por causa de sus grandes conocimientos, fue galardonado con dos o tres medallas por el director de estudios de la sociedad, el señor Segismundo Moret y Prendergast, futuro presidente del Gobierno por el Partido Liberal. Lorenzo y Moret se hicieron amigos, y sólo la muerte de éste último en 1913 interrumpió su amistad.

Se creó en el Fomento de las Artes un coro, en él entró Lorenzo. Aprendió rudimentos de música y depuró su buen gusto, además de hacer un significativo número de amistades.

En septiembre de 1868 estallaba la Revolución Gloriosa, que destronaba a la reina Isabel II, iniciándose así un período de libertad política y asociativa, que repercutirá en los movimientos obreros españoles. Dos meses más tarde, llegaba a Barcelona (procedente de Génova) el diputado italiano Giuseppe Fanelli Ribera. 

Nacido en Martinafranca (Salerno) en 1827, Fanelli había participado en la revolución de 1848. Partidario de la unidad de Italia, había sido compañero de armas del patriota Garibaldi. Fue elegido diputado en 1865, y reelegido en 1867. A partir de éste año entró en contacto con Bakunin, residente en Nápoles. Fanelli ingresaría en la I Internacional, y se convertiría en uno de los 80 fundadores de la clandestina Alianza para la Democracia Socialista, cuya piedra angular era el propio Bakunin. Una vez conocida la noticia de la caída de Isabel II, la sección ginebrina de la I Internacional (controlada por los partidarios de Bakunin) encargó a Fanelli que viajara a España, para establecer relaciones con su movimiento obrero.

De derecha a izquierda: Fanelli, el médico A.Rey, Reclús y F. Garrido. Sentado, José M. de Orense 

Así, como ya hemos dicho, Fanelli hizo acto de presencia en Barcelona. Contactó con el hermano del teórico anarquista Elisée Reclús y, días más tarde, se trasladó a Valencia, acompañado por Fernando Garrido (escritor y propagador del republicanismo) y José María de Orense (uno de los firmantes del Pacto Federal Castellano). Tras mantener una serie de reuniones con obreros valencianos, Fanelli viajó a Madrid. En esta ciudad castellana logró relacionarse con algunos de los afiliados al Fomento de las Artes, entre ellos Anselmo Lorenzo. Corpulento, de gran estatura, con una gran barba negra y ojos saltones, Fanelli causó una gran impresión entre aquellos obreros madrileños. En una reunión a la que asistieron 21 jóvenes obreros (entre ellos Anselmo Lorenzo) el italiano expuso las teorías de Bakunin. Como no dominaba el castellano, se expresó en italiano y francés. A pesar de Anselmo Lorenzo era el único de los obreros allí presentes conocía el francés, le entendieron gracias a su mímica expresiva. Así pudieron seguir su discurso, que les causó gran impresión.

De esta manera, aquel grupo de trabajadores adoctrinados por Fanelli, todos de cierta instrucción, crearon la Federación Madrileña de la I Internacional. Al lado de estos pioneros del anarquismo español, no existía ni asomo siquiera de organismos proletarios. Mientras que en Barcelona existía ya un movimiento obrero potente, con cierto grado de reformismo, en Madrid, sin una clase obrera potente, podían imponerse con más facilidad las tesis ilegalistas y pro-terrorismo de los dirigentes bakuninistas. Desde los primeros momentos, el núcleo madrileño de la I Internacional mezcló sus objetivos ideológicos con los de la Alianza para la Democracia Socialista, probablemente porque Fanelli no había distinguido las diferencias entre ambas organizaciones y había mezclado sus programas. El 22 de diciembre de 1868, la sección madrileña sacó a la luz su primer manifiesto, en el que se proclama que "como trabajadores os llamamos, no como políticos ni como religiosos (...), ni esperamos en la política ni tenemos confianza en la religión".

Anselmo Lorenzo se convirtió en el vocal del grupo internacionalista madrileño, cuyo secretario sería Francisco Mora. El núcleo madrileño se constituiría el 21 de diciembre de 1868, haciéndose oficial el 24 de enero del año siguiente. Amante de la literatura, de gustos refinados y estudioso de los maestros, Lorenzo sería además el responsable de la propaganda, llevando el peso del periódico La Solidaridad, órgano de expresión del grupo. Habló simepre en aquellas reuniones de propaganda improvisadas en casas de corredor y aun en los paseos públicos, de los que salían disgustados los propagandistas por la total indiferencia del público; habló también en la Bolsa, en las reuniones organizadas por los librecambistas, así como en asambleas organizadas por los internacionalistas en la Escuela de Arquitectura.

En 1870, los núcleos de la I Internacional dispersos por España acordaron celebrar un Congreso. La iniciativa partió de Francisco Mora. Se votó la ciudad adecuada para el encuentro, los resultados fueron de 10030 votos para Barcelona, 3737 a favor de Madrid. Las otras ciudades propuestas (Zaragoza, Valencia, Reus y Alcázar de San Juan) obtuvieron unos resultados irrelevantes. Sólo votaron por Madrid los tejedores de lana de Sabadell y Alcoy, el Centro Federal de Cádiz, los tejedores de velos de Barcelona...Y los propios internacionalistas madrileños, claro.

Así, el Congreso tuvo lugar en Barcelona, el día 19 de junio. Cada sección eligió delegados en proporción al número de afiliados; a Madrid le correspondieron cuatro: Enrique González Borrel, Tomás González Morago, Francisco Mora y Anselmo Lorenzo. Los dos últimos trabajaron en un esbozo de un proyecto de organización, que en teoría era perfectísimo, más cuando se aproximaba la fecha del Congreso barcelonés, ocurrió que ninguno de los cuatro delegados tenía dinero, ni lo tenía la sección madrileña. Había que pagar el viaje, el hospedaje en Barcelona y dejar recursos para las respectivas familias...

Alguien apuntó la idea de escribir a Barcelona; se escribió, y la respuesta fue un envío de 200 pesetas. Con este dinero pudieron los delegados pagarse el viaje. Ya presentes los cuatro en el Congreso barcelonés, hay que decir que tuvieron allí lugar resoluciones importantísimas. Se acordó constituir el Consejo Federal, organismo que tendría por tarea apoyar a las ditintas secciones españolas, extender el ideal y dar muestras de actividad. La sede del Consejo se establecería en Madrid, y Anselmo Lorenzo sería elegido para figurar en él. Por lo demás, tuvo Lorenzo en aquel Congreso un papel importante: fue miembro de las comisiones que prepararon los dictámenes sobre resistencia y cooperación, y defendió vivamente la tesis bakuninista de que la clase obrera debía ser apolítica.

Antes de regresar a su ciudad, los delegados de Madrid fueron a Valencia para fines de propaganda; y ya en Madrid se repartieron los cargos, eligiendo a Francisco Mora como secretario general, cargo que la I Internacional repudiaba entonces por lo que tiene de autoritario y propicio al endiosamiento. Poco después, Anselmo Lorenzo viajó a Londres, para asistir a la Conferencia que la I Internacional haría en aquella ciudad. La noche de su llegada, durmió en casa de Karl Marx, y al día siguiente éste le presentó a su familia, y a varios delegados. He aquí un fragmento de sus experiencias en casa de Marx:
 
"La hija mayor -Juana Marx-, joven de hermosura ideal, incomprensiblemente para mí por no tener semejanza con nada, en cuanto respecta a hermosura femenina, de lo que había visto hasta entonces, conocía el español, aunque como su padre pronunciaba mal, y me tomó por su cuenta para que le leyera algo, por gusto de oír la pronunciación correcta; me llevó a la biblioteca grande y atestada de volúmenes, y de un armario dedicado a la literatura española, tomó dos libros; uno, El Quijote; otro, una colección de dramas de Calderón. Del primero leí el discurso de Don Quijote a los cabreros, y del otro aquellas tiradas de versos grandilocuentes y sonoros de La vida es sueño, reconocidos como joyas del idioma español y concepciones sublimes del pensamiento humano. Las explicaciones que intenté para hacer resaltar los primores de fondo y de forma resultaron inútiles, porque mi joven y hermosa interlocutora tenía ilustración y delicadezas sobradas para el caso, como lo demostró añadiendo a mi exposición muchas otras consideraciones oportunas y atinadas que jamás se me habrían ocurrido". 
 
La Conferencia que tuvo lugar produjo en el ánimo de Lorenzo un gran desaliento, porque sólo vió en ella la lucha de dos hombres por hacerse con el control de la I Internacional: Marx y Bakunin, lucha envenenada por las pasiones. Allí se acordó no tolerar organismos secretos dentro de la organización, hacer disolver la Alianza para la Democracia Socialista y la necesidad de la acción política para la lucha obrera. No votó Lorenzo contra éste último principio, a pesar de las resoluciones del Congreso de Barcelona, adversas a la política. Les habló a los allí presentes de las estructuras de la I Internacional en España y, según cuenta, "causó gran efecto aquel engranaje de sociedades y federaciones de todos los oficios, de oficios similares y de oficio único, con sus comisiones de propaganda y correspondencia, sus estadísticas, sus congresos, sus cajas de resistencia y toda aquella vida intelectual y de acción capaz, de ser bien practicada, de efectuar no sólo la revolución social, sino de organizar por su propio funcionamiento la sociedad futura".

 Hubo, al término de la Conferencia, una especie de merienda de despedida, hablando con tal motivo delegados de diversos países. Lorenzo, a instancias de sus colegas, tuvo que decir unas palabras en castellano, que fueron aplaudidas cuando Friedrich Engels las tradujo al francés y al inglés.

Ya en Madrid, Lorenzo se encontró con que era miembro del Consejo Federal, y dió a éste cuenta puntual de todo lo ocurrido en Londres, sin ocultar sus opiniones negativas. Siguió trabajando como cajista de imprenta a destajo, y además de participar en las reuniones del Consejo Federal, fue secretario de la comarca Este, la de más afiliados a la I Internacional.

A este respecto, hay que abrir aquí un paréntesis. Para mantener contacto con todos los núcleos internacionalistas de España, se habían creado en el Consejo Federal cinco secretarías, a saber: Comarca del Norte (Pablo Iglesias), Comarca del Sur (José Mesa),  Comarca del Este (Lorenzo), Comarca del Oeste (Hipólito Pauly), Comarca del Centro (Víctor Pagés). Muchos años después, Pauly contaría que su secretaría era tan descansada que difícilmente cada dos o tres semanas recibía carta de un pobre pastor de Extremadura que pagaba puntualmente su cuota de socio y el abono del diario La Emancipación.

Viajó Lorenzo por Andalucía cuando así lo acordó el Consejo Federal (al igual que Mora por Cataluña y Baleares) y después intervino en discusiones, sufrió todos los sinsabores de aquel triste período de luchas enconadas, y conoció a un hombre extraordinario: Pablo Iglesias.

En 1872 llegaba a nuestro país Paul Lafargue, el yerno de Marx. Activo militante republicano en tiempos de Luis Napoleón y antiguo miembro del Consejo de la Comuna de París, tuvo que huir a España por una reclamación del Gobierno francés. Acompañado por su esposa y su hijo de pocos meses, constituyó una sección de la I Internacional en San Sebastián, tras lo cual se trasladó a Madrid. Tras algunas andanzas, Lafargue contactó con los hombres del Consejo Federal, publicando varios artículos en La Emancipación. Se dedicó más que nada a difundir el pensamiento de Marx. 

A principios de abril de aquel año, se celebraría el II Congreso de la I Internacional en España. Para aquel acontecimiento, que tendría lugar en Zaragoza, Lafargue redactó un dictamen acerca de la propiedad, con todos los elementos del análisis marxista acerca del tema. Lorenzo colaboraría con él en la redacción del texto: "Su inspirador y casi autor es Paul Lafargue, si bien yo puse algún dato español y algo de mi cosecha, y le dí una forma española, porque aquel, aunque hablaba el español, como cubano que era, no dominaba el idioma para poder escribirlo, por haber recibido educación francesa". Este documento notabilísimo formó parte del folleto titulado Actas del Congreso de Zaragoza, editado en Madrid por el Consejo Federal. Lorenzo lo reproduce en el segundo volumen de su obra El Proletariado Militante.



Pero la discordia había empezado ya. González Morago, que odiaba a Francisco Mora (y cuyo odio era correspondido) editaba un semanario llamado El Condenado, y desde él molestaba a Mora. La visita de Lafargue a Madrid importunó a Morago, que elevó el nivel de las ofensas en su publicación. Y ocurrió que allá por marzo de 1872, el Consejo Federal publicó en La Emancipación un escrito en el que pedía a los asistentes a una asamblea del Partido Republicano Federal que expresasen su opinión sobre la I Internacional. González Morago llevó el escrito a una reunión de la Federación Madrileña de la Internacional, que acordó expulsar a sus redactores, o sea, al Consejo Federal en pleno. Lorenzo no estuvo entre los expulsados, por hallarse fuera de Madrid.

Bandera del Partido Republicano Federal

Y llegó el Congreso de Zaragoza, y la expulsión se resolvió con un borrón y cuenta nueva. No hubo tiempo para discutir el texto de Lafargue,y se nombró a Lorenzo secretario general del Consejo Federal, que se trasladría a Valencia, para llevar una vida de peripecias durante algún tiempo.

Despidióse cordialmente Lorenzo de su familia, de Lafargue y de sus camaradas de Madrid, para marchar a Valencia. En la capital del Turia sería recibido con alegría por sus compañeros, aunque no tan efusivamente como él esperaba. Partidarios de Bakunin y su Alianza a más no poder, los internacionalistas valencianos sospechaban de Lorenzo por haber colaborado con el marxista Lafargue. 

Pero las disputas seguían: La Emancipación, que se seguía publicando, publicó una serie de textos que provocaron las expulsión de los nueve hombres que redactaban el periódico, entre ellos José Mesa y Paul Lafargue. Crearon éstos una "Nueva Federación Madrileña", de ideas marxistas.

En el V Congreso de la I Internacional en La Haya, celebrado en septiembre de 1872, Bakunin y sus partidarios fueron expulsados de la organización, quedando ésta en manos de los autoritarios Marx y Engels. Se acusaba a Bakunin y a los suyos de mantener en secreto la Alianza, para captar partidarios a través de la I Internacional. Lafargue participó en éste Congreso, representando a la "Nueva Federación Madrileña", de corta vida.

Lorenzo (que, recordemos, estaba en Valencia como secretario general del Consejo Federal) estuvo indeciso, sin dejar por ello de cumplir sus deberes. Los expulsados de Madrid le invitaban a sumarse a ellos y él, que profesaba las ideas de la Alianza, que era anarquista casi sin saberlo, contestaba con vaguedades. Por otra parte, sus colegas del Consejo General le interrogaban sobre el tema y le abrían las cartas a él dirigidas desde Madrid. Al final, decidió dimitir. El Consejo General admitió su dimisión, afirmando que Lorenzo había cumplido su tarea con plena satisfacción de todos.

Así, Lorenzo abandonó Valencia para recalar en Barcelona. Se dirigió después a Vitoria, donde se instaló en casa de Manuel Cano Martínez, un antiguo camarada. Vivió de su hospitalidad durante dos meses, y contra su voluntad marchó a Bilbao, no sin antes haber creado una sección de la I Internacional.

En Bilbao trabajó algún tiempo; organizó algo más de lo que había hecho, y como su situación era un poco insegura, decidió irse a Burdeos. Estaría una temporada en aquella ciudad francesa, haciendo propagandas antielectorales que le trajeron algún disgusto.

Anduvo perplejo. París le atraía, España también (Lorenzo siempre quiso a España y a Castilla) pero al final se encaminó a Marsella, tan escaso de recursos económicos que tuvo que detenerse en Montpellier y Cette para trabajar no más que medio día. Gracias a la ayuda de sus correligionarios ( y a la venta de su reloj por 20 francos) pudo llegar a Marsella.

Después de un tiempo subsistiendo con empleos inseguros, Anselmo Lorenzo dejó Marsella y se dirigió a Barcelona, en vísperas del pronunciamiento del general Pavía contra la I República; en vísperas de las persecuciones contra la I Internacional en suelo español, sancionadas desde el Ministerio de Gobernación por el señor García Ruiz, persecuciones que continuaron durante los días del presidente Cánovas del Castillo.


Ya en la capital de Cataluña, se presentó a los amigos. Gracias a ellos tuvo trabajo como corrector en una imprenta. Y un camarada de Madrid, José Miranda, le llevó a vivir con él. Anselmo fue como un familiar más en aquel hogar ocupado por Miranda, su esposa (una alcarreña limpia y hacendosa) y un niño de unos cuatro o cinco años. Pero por desgracia, Miranda murió repentinamente, dejando desamparados a la mujer y al pequeño, y tal vez con deudas. Lorenzo se hizo cargo de los dos, y acabó uniendo su suerte a la de aquella mujer, con la que llegó a tener hijas.

En junio de 1874 se celebró en Madrid el IV Congreso internacionalista, de poca trascendencia. Se resolvió que el Consejo Federal se trasladase a Barcelona, y Lorenzo, residente en ésta ciudad, fue elegido miembro de su Consejo Local. Como los internacionalistas que lo formaban no podían reunirse sin riesgos, periódica y frecuentemente, se designó una comisión formada por tres compañeros con poderes para resolver los asuntos de extrema urgencia. Los tres individuos veíanse en un café, en el paseo o en casa de cualquiera de ellos; el Consejo Local en pleno se congregaba donde podía, o sea, o aquí y mañana ni se sabe...

Lorenzo se comportó con discreción y con diligencia, como de costumbre. A los pocos meses, su correligionario García Viñas (que, al igual que él, había sido adoctrinado por Fanelli) le preguntó a Lorenzo qué opinaba. Dijo éste su sentir: debía restaurarse la Alianza, crear un núcleo de elementos ilustrados y resueltos que trabajaran unidos, y que dieran conciencia a los afiliados del montón. García Viñas aparentó estar contentísimo con la opinión de Lorenzo, y le invitó a reunirse con él y sus amigos en un almuerzo al aire libre. Lorenzo acudió a la cita. Allí, en grata camaradería, se juntaron 12 hombres, y Lorenzo se dió cuenta de que lo que él proponía existía y funcionaba de verdad. Y fue admitido en la organización secreta. El grupo secreto de la Alianza en el que entró Lorenzo se trasladó a Manresa.

El Congreso internacionalista de 1875 se celebró de manera totalmente clandestina, con un mínimo de riesgos personales y de gastos. En vez de celebrar una reunión de internacionalistas en una ciudad determinada, se resolvió que en cada comarca (Norte, Sur, Este, Oeste, Centro) se reuniera una conferencia, a la que asistiría un representante del Consejo Federal. Y se llegó a dividir cada comarca, de modo que estas conferencias venían a ser pequeñas reuniones y tertulias de unos pocos hombres. Reunidos después los representantes del Consejo Federal, se computaban los votos y se publicaban los acuerdos en una circular fechada en España. Se redujo el papeleo todo lo posible, se usaron claves secretas, se suprimió el sello en los documentos y se sustituyeron nombres y apellidos por iniciales.
A pesar de las dificultades, los internacionalistas se las apañaron para editar un semanario público (La Revista Social) más tres periódicos mensuales clandestinos, dos en Madrid y tres en Barcelona. Según nos cuenta el propio Lorenzo, trabajó como cajista de imprenta en la revista de Barcelona, dirigida por García Viñas.
En 1877 Lorenzo asistió a la Conferencia Comarcal de Sants, y un año después sería elegido representante de los internacionalistas españoles para un Congreso en París, convocado principalmente por elementos "autoritarios" (esto es, marxistas). Pero no asistió a él, ya que el Gobierno francés encarceló a a los responsables de la convocatoria. Si este Congreso se hubiera celebrado, Lorenzo se habría encontrado con sus antiguos camaradas José Mesa y Pablo Iglesias.



La rama de la I Internacional controlada por los anarquistas (o bakuninistas) se disolvió en Verviers en 1877, mientras que la rama marxista se había deshecho en Nueva York dos años atrás. En aquellos años de decadencia pasó Lorenzo ciertas amarguras. Un compañero influyente le acusó de haber falseado los resultados de unas elecciones. Lorenzo se defendió, pero fue excluído y hasta se intentó dejarle sin empleo. Sufrió en silencio, sin protestar, estoicamente. Por estos años, se inició en el seno del anarquismo español la pugna entre el anarco-colectivismo (representado por teóricos como José Llunas o Ricardo Mella) y el anarco-comunismo del príncipe Kropotkin, difundido por militantes andaluces. El tipógrafo suizo E. Sergi Herzig anduvo por Barcelona, precediendo a su amigo Kropotkin. Difundiendo el anarco-comunismo, se topó con Lorenzo, que se adhirió a esta doctrina.
Por aquella época estaba Lorenzo dentro de la Sociedad Tipográfica de Barcelona, peleando contra su dirigente, un tal Manuel Fernández Herrero. Éste quería mantener  a su Sociedad Tipográfica al margen de las luchas sindicalistas, en una esfera estrictamente laboral. Lorenzo intentó hacerse con el liderazgo de aquella Sociedad, pero fue derrotado por Toribio Reoyo.





Pero he aquí que llegó el florecimiento en Barcelona del anarquismo. Lorenzo, solicitado por todos, escribía textos revolucionarios después de su agotadora jornada laboral de 10 horas. Escribió en perfecto castellano artículos bellos, llenos de emoción, en publicaciones como Tierra y Libertad, Solidaridad Obrera, La Revista Blanca, El País y El Porvenir del Obrero. Reclamado por sociedades obreras, Lorenzo daría conferencias y mítines aquí y allá. Escribió también no pocos folletos, y hasta un libro titulado El Pueblo. Ayudó al anarquista Farga Pellicer en la redacción de una extensa obra sobre Garibaldi. Tradujo Las Aventuras de Nono (de Jean Grave), El Hombre y la Tierra (de Réclus) y La Gran Revolución (de Kropotkin). También publicó una novelita (titulada Justo Vives) acompañada de un manual para el ejercicio de los derechos políticos, escrito por José Llunas. Esta novelita es emocionante, se lee con gusto y hay en ellas hermosos pasajes.
Presidiendo el Ateneo Barcelonés el republicano federal J. Tutau y Verges, se organizó un debate cuyo tema era: "El Socialismo ¿es contrario al progreso humano?". Entre los que participaron en aquella discusión estaban Anselmo Lorenzo y José Llunas, en representación de los anarquistas.



Trabajó Anselmo Lorenzo en la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia. Al ser éste arrestado y fusilado en Montjuich, acusado de los graves disturbios de la Semana Trágica, Anselmo Lorenzo se encontró sin trabajo y con pocas posibilidades de encontrar alguna ocupación (a causa de su avanzada edad). Ocupó con la escritura sus forzados ocios. Levantado el secuestro judicial a la Escuela Moderna, volvió a traducir libros revolucionarios.



Volvió a Madrid en 1911, para dar una conferencia titulada "El Proletariado Emancipador". Tuvo lugar en aquella ciudad una extraña huelga general y el Gobierno, presidido por el liberal Canalejas, suspendió las garantías constitucionales y empezó a encarcelar obreros. Lorenzo se escondió en casa de su hermana. Temía que le detuvieran en Madrid, estaba débil y enfermo, necesitaba volver a Barcelona. Habló con el socialista Juan José Morato. Éste habló con Canalejas, gran amigo suyo. A su vez, Canalejas trató el asunto con Manuel Portela Valladares, gobernador civil de Barcelona. Y gracias a las gestiones de éste último, pudo Lorenzo regresar sin contratiempos a su amada Barcelona.
En septiembre de 1911, en el salón de Bellas Artes de Barcelona, tuvo lugar el I Congreso de la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores). La CNT, prolongación a escala catalana de los anarco-sindicalistas de Solidaridad Obrera (organización que agrupaba a diversos sindicatos), contaba en el momento de su aparición con el apoyo de 96 sociedades obreras. Anselmo Lorenzo apoyó tanto a Solidaridad Obrera como a la CNT, aunque ambos movimientos le parecieran poca cosa.
Idolatrado por las masas proletarias de toda España, tras cerca de medio siglo de actividad revolucionaria, Anselmo Lorenzo falleció en diciembre de 1914. Legiones de obreros marcharon tras su féretro, su muerte fue llorada por los humildes y los oprimidos. Anselmo Lorenzo, llamado por entonces "el santo laico" , había dejado de existir.

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